tanto trabajo que nos dio,
tanto trabajo que nos diste Manteca,
para verte con esa gran barriga que te caracterizaba.
Nunca me olvido la tarde que te cortaron
las bolas Manteca,
como chillabas, como berreabas y te revolcabas,
pobre de ti Manteca y todos allí nos agarrábamos nuestra parte testicular.
Cabalgue llano adentro
hasta el caño seco que se perdía en el horizonte,
ya viendo cantidad de araguatos montados en los árboles,
y todos desde allí con los ojos pelados, escuchábamos los chillidos de Manteca.
Solo la distancia del tic tac en la noche adentro
permitió la tranquilidad del lugar,
y sin casi cerrar los ojos,
sin casi descansar volvió el amanecer.
Paso el día, una semana y meses también
cuando manteca ya no buscaba a Rebecca
solo comía, dormía y comía. . .
fuera en la noche, fuera en el día.
El mesón de cemento frío y limpio ya estaba listo,
donde reposaron por última vez tus restos
y bañado por agua hirviendo
pasaste a ser chicharrón, costillitas, pernil. . .
Murió Manteca el novio de Rebecca.
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